Cuando alguien se imagina llegando a la tercera edad es muy probable que lo haga con un deseo de salud física y mental y de independencia financiera, contento, activo y muy cerca de quienes ama. Ya sea que juegue mah-jongg o que practiquen Tai Chi, que trabajen tiempo parcial o jueguen con los nietos, o todo ello, lo verdaderamente importante es cómo todo adulto mayor manifiesta lo que le interesa.
El Instituto de Salud McKinsey (MHI, por sus siglas en inglés), realizó una encuesta entre más de 21 mil adultos mayores en 21 países y encontró que los encuestados están ampliamente de acuerdo en la importancia de tener un propósito en la vida, de saber manejar el estrés, de tener comunicación y contacto con otras personas y de conservar la independencia. La salud mental y espiritual son las dimensiones catalogadas como más favorables para la tercera edad.
Entre los resultados, sin que ello cause sorpresa, encontramos que los adultos que tienen estabilidad financiera sin importar de que país son-, están más dispuestos a cambiar a hábitos más saludables, incluyendo aquellos hábitos que mejoran la salud cognitiva y, contrario a la percepción general de que los adultos mayores son tecnológicamente rezagados, existe una amplia adopción de la tecnología entre ellos, especialmente en lo que respecta al uso de teléfonos inteligentes.
Casi el 20% de pertenecientes al rango de altos ingresos, respondieron que les gustaría continuar trabajando en la tercera edad, pero no lo están haciendo. Este segmento también reconoce niveles muy bajos de participación en la sociedad. Los adultos mayores de economías de bajos ingresos destacaron la importancia del ejercicio y el sueño para la salud.
La encuesta del MHI cubrió preguntas en trece factores, desde la participación en la sociedad, hasta el ejercicio, para determinar qué es lo que más les importa a los adultos mayores y cómo esos factores afectan la salud. El análisis revela que el propósito, estrés, actividad física, aprendizaje continuo, conexiones significativas con los demás y la seguridad financiera son los factores más fuertemente asociados por los adultos mayores respecto a la percepción de salud.
Entre los países representados en la encuesta, Australia y Japón fueron los únicos dos países en los que la percepción de salud mental social y espiritual aumenta con la edad en las personas de 80 o más años, comparadas con las personas de entre 55 y 64 años. Los encuestados de China reportaron pequeñas disminuciones de salud física y los de Suecia reportaron las menores disminuciones en salud mental y social.
Los encuestados en Egipto, Nigeria y África del Sur reportaron la menor disminución en salud espiritual.
Las percepciones de salud no están conectadas con la expectativa de vida. Vivir más tiempo puede no significar mejor salud percibida.
En promedio los adultos mayores pueden esperar tener 20 años adicionales de expectativa de vida, comparados con los adultos mayores de 1960. Los encuestados que viven en países con la más alta expectativa de vida sana, no necesariamente reportan mejor salud percibida. Lo que, es más, aquellos con condiciones crónicas, no necesariamente reportan salud pobre.
Los reportes de salud general positiva percibida de los encuestados más enfermos fueron de 27%, 40% y 53% en los niveles de alta, media y baja economía respectivamente. Lo anterior reafirma que la salud es mucho más que la ausencia o presencia de enfermedades y de que consiste de dimensiones múltiples.
Entre los 21 países representados en la encuesta, Japón es el que tiene la más alta expectativa de vida, pero la proporción de japoneses que reportan muy buena o buena salud percibida es de las menores. En general, un bajo porcentaje de encuestados de nivel de economía alto respondieron tener una muy buena o buena salud, comparados con otras economías. La excepción es Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, en donde los encuestados reportaron alta percepción de buena salud.
Además de los factores que los encuestados señalaron como los más importantes para la salud, los analistas identificaron los factores que más apoyan la percepción de buena salud. Se examinó qué pasaría si todos pudieran lograr el mismo nivel de percepción de buena salud que aquellos que reportaron alto un factor específico. Por ejemplo, los encuestados de 65 a 79 años que reportaron tener un buen manejo del estrés, tienen en promedio un 17% más alta su percepción de buena salud.
En todos los países, el empleo es la actividad de participación social más frecuentemente mencionada, seguida del voluntariado formal. Algo sorprendente de la encuesta es que menos del 60% de los encuestados reportaron estar participando en algún tipo de actividad social. La participación social paga. Los reportes de salud general son mejores en los participantes de la encuesta que trabajan, participan en voluntariados, educación, y actividades comunitarias que aquellos que no lo hacen. La ganancia mayor se obtiene con el voluntariado, 8 puntos porcentuales en promedio, en la percepción de buena salud.
Las personas en general aceptan la declinación de la salud como inevitable, el paso del tiempo causa deterioro físico. Un objetivo importante para la sociedad puede ser preguntarse ¿Qué se requiere para que más de la mitad de las personas de 80 o más años reporten buena salud en los siguientes diez años? ¿Qué se requiere para estar con buena salud a las edades de 60, 70, 80, 90 o más años?
El envejecimiento saludable inicia con las acciones individuales tales como hábitos comprobados que influyen en la buena salud, apoyados por contextos y ambientes que hagan esos hábitos accesibles a todos., Es un camino largo, pero nunca es tarde para dar el primer paso para envejecer saludablemente. Un 20% de los encuestados que reportaron salud pobre, están trabajando y este porcentaje aumenta a 32% y 44% en los encuestados que reportaron buena salud. Este análisis indica que los adultos mayores que participan en actividades comunitarias o que están en continuo aprendizaje, potencialmente reportan buena salud y reducen los costos de los sistemas de salud oficiales.
Fuente de referencia: McKinsey Health Institute. Hemant Ahlawat, oficina de McKinsey en Zurich. Anthony Darcovich, consultor en Nueva York, Martin Dewhurst, oficina de Londres, Ellen Feehan, oficina de Nueva Jersey, Viktor Hediger, oficina de Dubai y Madeleine Maud, MHI.
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